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sábado, 28 de abril de 2012

He vuelto.

Y tras un abandono casi total del blog, aunque seguía metiéndome cada dos por tres para ver si seguía vivo, me apetecia volver. Pero antes de nada un pequeño resumen de sentimientos.

He sentido cercanía y cariño por muchas personas, aunque no fuera demasiado fructífero en general. No podían darme o llenarme de la forma que yo quería. Quizás era exigente, o quizás simplemente no era lo que debía ser. No sé realmente el problema de que el amor no quiera llamar a mi puerta. O al menos, si llama, es para hacerme daño. Y cuando trato de llamar yo, me encuentro la puerta cerrada.

Un resumen corto pero bastante sintético. En mi vida no ha pasado nada interesante desde entonces. Muchos han pasado por ella, pero sin llegar a quedarse. Puede que la distancia sea una de las consecuencias más presentes, pero tampoco puedo echarle la culpa a unos cuantos kilómetros. ¿Qué iban a saber ellos que serían los responsables de tantísimas relaciones infructuosas (o fructuosas, en algunos casos) de amor?

Aún así, he seguido sintiendo. Buen síntoma de que sigo vivo, al menos. Ha llegado un punto en el que mi inseguridad y mis complejos se han engrandecido de manera descomunal, hasta el punto de tener miedo. He conseguido cruzar un par de barreras, pero creo que aún queda mucho camino y mucho bache que sobresaltar. He llegado incluso a pensar que podría ser el problema que he acarreado durante todo este tiempo. El miedo y la inseguridad que me transmite lo desconocido.

En la actualidad, estoy en una etapa confusa aunque realmente conocida. Estoy en ese momento en el que hablo con unos cuantos que se interesan mínimamente por mi vida. No sé hasta qué punto esto es bueno o no lo es. Siempre ha habido gente interesada en mí, unas más que otras, pero el problema es que nunca se quedaron para seguir interesándose.

Cuanto tienes ese sentimiento de que hay algo en otra persona que te ha destinado a conocerlo, que te ha destinado a estar con él. Ese sentimiento tan bonito y doloroso a la vez. Se puede disfrutar tanto de ese momento en el que no sabes si estás hablando como amigo o si estás hablando como si fueras algo más. Son fáciles las señales que nos mandamos mutuamente, al menos, parecen ser claras. Pero el miedo de no saber interpretarlas del todo me lleva a dudar. Las famosas dudas, malvenidas sean.

Y yo estoy dispuesto a ir a por ti, tratar de conocerte, y al menos disfrutar contigo lo que me pueda permitir el tiempo que me quede. Pero el problema es lo de siempre: no es recíproco. Al menos no completamente. Quiero decir, parece que vienes y que yo voy, pero a la hora de la verdad, das la vuelta con un paso de retroceso, y yo quiero avanzar el paso que retrocediste, y cuando lo hago vuelves a retroceder. No quiero caminar a paso lento y solo, quiero caminar contigo cogidos de la mano.

Así que no sé en qué momento estoy. Es un momento inestable de sentimientos. He aprendido a que el dolor debe existir para compensar la tremenda sensación de amor que pueden llegar a darte.